domingo, 28 de diciembre de 2014

lunes, 1 de diciembre de 2014

El hombre de las abejas recorre los barrios. Partiendo los huesos de su carne, astilla, machaca y se sustrae del circuito electrónico ciudadano. La transición entre esto y aquello produce imágenes que están fuera de las imágenes. No en el sentido  de fuera de lugar sino en el de fuera de espectro. Un complejo perceptivo tiende a regular jerarquías pero tarde o temprano lo toca el rayo del desconcierto.

La ciudad es una lápida del desierto enterrado que raspa, sacude y desmaya la cara visible de las cosas. En una roca contra el mar  Bruna Toso en el personaje de Mara se revuelve el pelo - mientras unos funcionarios escolarizan a unos niños africanos- esa figura en el aire es una protesta y una seducción. 

El sol actúa sobre el pegamento del libro dejado en la silla, la próxima vez que se abra dará un crujido al momento del tendal. Todavía el sol pega en el lomo cuando el hombre de las abejas asiste sin querer a la imagen de un animal que huye. En una de las hojas que se sueltan puede leerse Hay dos maneras de parar un tren, a la superman y a la Buster Keaton. Arrullen al mar si pueden.