lunes, 1 de noviembre de 2010





La fugacidad se hace presente una vez más.
Nuestro reconocimiento al cuerpo político que se retira y se reparte, en esta atmósfera teológica pueden cicatrizar las lenguas más castigadas. En la posible paradoja de algo que se interrumpe y se aumenta estamos.

En esta interrupción se vuelve a vivir la posibilidad de una nueva sintáxis, ese trabajo vale la pena.

Nuestra micropolítica es sencilla: no ser cobardes en el amor.